Páginas

lunes, 25 de diciembre de 2023

Un hombre sin hombres


Yo no necesito la ayuda de nadie. No necesito la lástima o el favor de amigos. En el intento de hacer las cosas bien muero solo una y todas las veces que se requieran. Sí hay hombres sin hombres, abuela, la amistad no existe. Eso es perder el tiempo. Se salva quien pueda en el infierno. Lo digo con ironía.

Me he convertido en un hombre de ciudad, solitario, vagabundo de apestosas cloacas y lujosos lugares. Las abstracciones nunca han significado nada para mí. Nunca las entendí. Tampoco he sabido apreciar las cosas sencillas, no sé si por un defecto congénito que provoca distracción. Aun sin tener nada para dar, traté de dar lo mejor de mí sin esperar nada a cambio. Ese concepto sí lo entendí cuando un amigo del pueblo me lo dijo una vez. Jamás lo he olvidado. Yo daba la vida por mis amigos, en un sentido que no podría explicar. Y claro que cometí errores. Ahora no es fácil resignarse a que a veces no fui una mejor persona para con los amigos. Ya no importa. No se tiene la misma suerte que los demás. Pero este poema de Gomez Jattin me estremece:

"Si las nubes no anticipan en sus formas
     la historia de los hombres
Si los colores del río no figuran los designios
     del Dios de las Aguas
Si no remiendas con tus manos de astromelias
     las comisuras de mi alma
Si mis amigos no son una legión de ángeles
     clandestinos
Qué será de mí."

¡Me lleva el diablo!

sábado, 16 de diciembre de 2023

Fechoría



El día de ayer hice algo que se puede calificar como un delito. No lo voy a exponer aquí con el fin de expiar mi reprobable conducta o para instar a la condolencia; quiero hacer un breve estudio de mí mismo, reconocer lo que hice, verlo hoy con cierta distancia, porque muchas veces no soy consciente de la magnitud del hecho al momento de cometerlo. 

El martes había ido a visitar un amor en un pueblo lejano. Aproveché que el carro estaba pico y placa y se lo quité al conductor que me lo maneja, comprometiéndome a entregárselo en la tarde del día siguiente en San Esmípalo de Turraja. El trece de diciembre. Día que empezaba las terapias. No pensaba que ese día fuera este miércoles. Así que, estando allá, llamé al conductor, le expliqué que debía estar temprano en la tarde en Cartagena y acordamos viajar lo más pronto. Me despedí de mi amor lejano, sin siquiera acordarme de ir al cementerio a visitar la tumba de mi hija, y arranqué para mi pueblo. A mitad de camino la gasolina se esfumó y, por miedo de quedarme varado a la intemperie, llamé a mi mamá para que me pusiera veinte mil pesos al Nequi. Yo no tenía ni un centavo. El sueldo se me esfumó también por completo con los guineos verdes que compré para desayunar y unas galletas y almojábanas para mi madre. Viniendo por Aguada de Pablo, ella me puso la plata y compré un litro de gasolina por diez mil pesos. Los otros diez me los guardé.

Llegué a San Esmípalo y la gasolina disminuyó otra vez a la reserva. Fui adonde trabaja mi mamá (aún no sale de vacaciones) y le entregué las galletas y las almojábanas. Luego fui a entregarle el carro al que me lo maneja, no sin antes echarle en gasolina los únicos diez mil pesos que me quedaban, para dárselo un poco más arriba de donde él me lo había dejado. A eso de la una de la tarde, parqueado en la entrada de su barrio porque las calles del mismo están en mal estado, lo llamé y al ratico apareció, seguido más atrás por un chico que tocó la ventana de mi puerta. Al verlo pensé que sólo había llegado para curiosear o qué sé yo. 

-Ese es mi hijo -dijo el conductor desde el asiento del copiloto. 

A continuación, el chico se subió atrás. Podía tener unos diez años, era más claro que el papá y de una mejor presencia. Después de arrancar, dije: 

-Ah, ese es tu hijo.

-Sí -dijo el conductor. 

-Man y es pinta -dije-. Mejoraste la raza. 

El conductor se sonrió. 

-Mi hija también fuera bien bonita -comenté. 

-No te preocupes, que Dios te va a mandar tus hijos. Vas a ver.

La verdad, nunca había pensado en tener hijos, de no ser porque conocí a esta muchacha con quien viví un tiempo y salió embarazada. Digamos que quería vivir la experiencia. Ser hombre de familia. Rápidamente cambié de idea con respecto a no tener hijos y decidí tener uno. Los que me conocen me decían que ya estaba bueno; dizque para que alguien se ocupase de mí cuando estuviera viejo, cuando pasara a ver el espectáculo desde la tribuna. Eso no es lo que me quita el sueño. Lo que más me preocupa es llegar a la vejez y no poder reconocerme como un individuo que desarrolló algún talento excepcional, sin dejar una obra propia, mía y de nadie más. Eso es lo que no me deja dormir. Además, siempre he dicho que no me gustaría llegar a viejo. Si llego a una edad en que no puedo valerme por mí mismo, que el creador del universo me recoja. Es lo que dice mi madre. Adopto sus palabras. ¿Para qué estar perniciando como un vegetal cuando la juventud se ha ido? Mi consuelo sería la lectura, soy feliz leyendo libros y no me importa nada más. Pero lo cierto es que en la vejez cada movimiento corporal, el peso de la existencia, la espera de la muerte, puede doler mucho. El penoso final del ciclo. Pienso que la juventud lo es todo, y quiero hacer tres cosas antes de morirme: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Ya he tenido un hijo, aunque se haya ido apenas nacer. Ya he plantado árboles, aunque lo más correcto sería decir que he sembrado plantas. Hasta ahora mis intentos se han malogrado o han sido imperfectos. Me falta lo más importante para mí, lo que me desvela: escribir un libro, y no sólo uno sino varios. Espero hacer algo bien, por primera vez en la vida.



sábado, 9 de diciembre de 2023

Espejismos


avanzo
sigo adelante como
un poseso
a través de la oscuridad
despacio me apresuro
por el espeso camino

avanzo, sin
piedad,
ciego, 
enfebrecido,
por más lejos que esté 
del vino
y no haya meta 
a la cual llegar

no me detengo
pase lo que pase
es mi destino

acaso exista para mí
un verdadero oasis 
en este desierto

Temprano en la madrugada

Hace unas horas llovió. No duró mucho. Yo estaba en el primer cuarto sentado ante el computador y la fuerte brisa fría que entraba por la ve...