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martes, 21 de mayo de 2024

Temprano en la madrugada


Hace unas horas llovió. No duró mucho. Yo estaba en el primer cuarto sentado ante el computador y escuchando música con los auriculares. La fuerte brisa fría que entraba por la ventana me hizo dar cuenta de que llovía. La lluvia no mojaba dentro porque caía contraria a la ventana. Pero del otro lado, en el segundo cuarto, la ventana estaba abierta. Atravesé la penumbra del apartamento hasta el otro cuarto. La cama se estaba mojando y había una mancha húmeda en el centro del colchón, pero no estaba empapado; al parecer, no hacía mucho que había comenzado la lluvia. Por la ventana del balcón también entraba el agua con la brisa y la cerré. Antes me había asomado. Debí suponer que iba a llover. Las luces de las farolas iluminaban el pavimento de la avenida y brillaba con la humedad. Los relámpagos arañaban la oscuridad en el cielo. Fue una lluvia breve con bastante brisa.

sábado, 18 de mayo de 2024

Querida D


Querida D.:

Pensé escribir un relato,
uno probablemente malo
en el que dos seres solitarios
fueran protagonistas de una historia
de amor.
Se trata de un colombiano 
y una mexicana que se conocen 
en el chat de la carita feliz.
Él usa el nombre de un personaje
de una novela de Hesse; ella
el de una heroína flaubertiana.
Ella lo ve monologar en la sala de chat,
lee sus extravagancias, sus barbaridades,
a veces menciona nombres 
de escritores, títulos de libros.
Eso la ha cautivado y decide escribirle.
Él no es muy de hablar en privado,
pero al presentir en sus letras
el misterio de una belleza interior,
entra ya todas las noches 
sólo a hablar con ella.
Y cada día lo seducen más las palabras
que ella le cuenta sobre su vida.
Y cada día la seduce más su locura
y la verdad con que se desnuda ante ella.
La primera vez que se ven por cámara 
no hay sorpresa; se han hablado tanto 
de sí mismos 
que es como si ya se conocieran. 
Así comienza su idilio.
Él espera viajar a México cuando termine
la tesis de grado de la Universidad. 
Quiere rehacer su vida allá, junto a ella. 
Y ambos se contentan de momento 
contándose los sueños que planean 
realizar juntos: ir al cine, bailar 
hasta el cansancio, beber 
hasta perder el conocimiento 
y hacer el amor tan intensamente 
y en los lugares más inesperados
hasta que ella quede embarazada 
de trillizos.

Querida D.,
si te has dado cuenta
ya sabes que la historia 
se trata de nosotros dos.
Antes me enamoraba fácil,
sin verdadero amor;
era una atracción tosca
que buscaba salvarse de la soledad,
como si la soledad fuera un castigo,
una esposa amarga. Ahora
mi relación con ella es igual
a la de los novios que se aman
y se comprenden sin palabras,
de manera fiel. Y es mejor 
estar solo que mal acompañado.

Tú eres una mujer dulce y comprendes
la soledad de los demás, 
porque sabes cuán valiosa es la tuya.
La mirada con la que contemplas 
el dolor humano no se ha endurecido.
Te gusta la literatura, el arte...
Por eso me siento a gusto contigo.
Por eso te escribo estos versos.
Y por favor,
no repares en su pésima calidad,
mira más bien lo que te he dicho.
Con todo mi afecto,

Al

miércoles, 15 de mayo de 2024

Recordar

Todo primer intento siempre es el último. Hay que poner el alma en cada cosa que se haga.

martes, 14 de mayo de 2024

Bolañesco


Sucio, mal trajeado,
con una maleta llena de sueños.
Así llegó él a la ciudad.
Su inteligencia era apocada; 
había hecho el examen de ingreso
a la Universidad de Cartagena ya dos veces
y a la tercera fue que pasó, en una carrera 
para la que se presentaban pocos aspirantes.
Una desconocida maestra de escuela 
lo curtió en matemáticas, y no era necesario 
buscar a alguien que le explicara español, 
porque era la materia que más le gustaba,
la que más entendía, según él.
En realidad era un mediocre.
Había sido criado en un estúpido pueblo,
en estúpidas escuelas públicas 
plagadas de estúpidos profesores.
Y en su casa no había una biblioteca con libros.
Sus padres le relegaban a la televisión
la tarea de la educación.
Sucio, mal trajeado y con sus sueños 
guardados como un tesoro bajo el brazo.
Así comenzó él a estudiar Literatura.
Sus notas eran las del estudiante promedio,
ni muy malas,
ni muy buenas.
Se esforzaba en hacer las cosas bien.
Pero iba directo a un abismo insondable,
el abismo en el que caen las almas en pena.
Aunque leía con esmero las lecturas académicas,
su mente no lograba procesar bien
el sentido de los textos.
Su mente distraída, cansada por el vicio
arrastraba su cuerpo vagabundo por noches 
sin nombre,
y quería disfrutar de la vida,
encontrar aceptación,
ser parte de algo.
Cuán equivocado estaba.
<<Te hacen creer que la función de tu vida
es subir alto en la escala social, 
esa pendiente sífica
cuya subida no es igual para todo el mundo
como tampoco la bajada.
Algunos caen con sordo estrépito;
otros caen con oscuro silencio;
y los menos se quedan brillando
a su manera en el firmamento.>>
Pero ¿quién era él?
¿Qué quería de la vida?
Nunca antes se lo había preguntado.
Para llegar a plantearse esas preguntas
primero debía recorrer un camino desolado,
el mismo que recorre todo el mundo.
Caminaba con una venda en los ojos,
solo, mal vestido, hambriento,
con un montón de sueños bullendo.
Entonces comenzó a ir a la biblioteca.
Intuía la certeza de que podía
encontrar el sentido de su vida
en los libros de ficción; anhelaba 
sabiduría para entender las cosas
que nadie le había explicado 
y por las que había errado.
Tenía que abrirse paso
a través de la oscuridad,
en el abismo de su locura.
<<Estamos solos en nuestro camino hacia
la nada.>>
Cuando salía temprano de clases
se iba para la Casa de Bolívar
y agarraba libros al azar, cualquiera
cuyo título llamara su atención.
Leía mucho colecciones de cuento
y le gustaba poner varios libros en su mesa
como si fueran almohadas; lo hacían 
sentirse cómodo mientras soñaba 
con el sueño de los maestros. 
Una vez vio a un compañero de carrera
-era poeta y había sido publicado
en una revista literaria de la facultad-
esconderse en la pretina del pantalón
un libro de poemas de Rimbaud.
Él nunca robaba libros de la biblioteca.
La biblioteca era el paraíso y los libros 
eran el fruto del árbol del conocimiento.
En cada libro había algo escrito para él.
Se sentía acompañado con ellos en esa cueva,
pero nunca hurtaba sus libros; prefería prestarlos.

lunes, 13 de mayo de 2024

John Fante


Hace tiempo vengo leyendo la obra de Fante, autor muy poco leído en el mundillo literario. Llegué a él a través de Bukowski, quien conoció la fama en vida y ha tenido la suerte de ser reconocido aún después de muerto, hasta el punto de que incluso gente del común sin el exquisito hábito de la lectura lo ha leído. Fante fue su maestro, y lo recuerda en ese gran relato titulado Conozco al maestro. Un hombre que desbordaba ingenio y vitalidad con la palabra escrita. He aquí un fragmento de Camino de Los Ángeles donde el protagonista Arturo Bandini, alter ego cínico del autor, tiene una hilarante conversación con su tío:

    Después del postre las mujeres se levantaron y salieron. Mi madre cerró la puerta. Todo parecía premeditado. El tío Frank fue al grano encendiendo la pipa, apartando unos platos y apoyando los codos en la mesa. Se quitó la pipa de la boca y agitó la cazoleta bajo mi nariz. 
    —Mira, pequeño hijoputa —dijo—; no sabía que también fueras un ladrón. Sabía que eras un vago, pero por Dios bendito que no sabía que fueras un ratero. 
    —Tampoco soy un hijoputa —dije. 
    —He hablado con Romero —dijo—. Sé lo que hiciste. 
    —Te lo advierto —dije—. Con vocablos inequívocos te advierto que no vuelvas a llamarme hijoputa. 
    —Le robaste diez dólares a Romero. 
    —Tienes una osadía colosal, una presunción inusitada. No alcanzo a entender por qué te permites la libertad de ofenderme llamándome hijoputa. 
    —¡Robar a tu jefe! —dijo—. Te parecerá bonito. 
    —Te digo otra vez, y con toda sinceridad, que, a pesar de tu mayor edad y de nuestro parentesco, te prohíbo terminantemente que utilices apelativos ignominiosos como hijoputa para referirte a mí. 
    —¡Un sobrino vago y ladrón! Es asqueroso. 
    —Advierte, por favor, querido tío, que puesto que prefieres vilipendiarme llamándome hijoputa, no me queda otra alternativa que hacer hincapié en tu propia infamia. En resumen, si yo soy un hijoputa, resulta que tú eres el hermano de la puta. Chúpate ésa. 
    —Romero podría haber hecho que te detuvieran. Siento que no lo hiciese. 
    —Romero es un monstruo, un gigantesco impostor, un gusano que impone. Sus acusaciones de piratería me dan risa. No me inmutan sus estériles imputaciones. Pero he de recordarte una vez más que pongas freno a tu catálogo de obscenidades. No estoy acostumbrado a que me ofendan, ni siquiera los parientes. 
    —¡Cierra el pico, niñato! —dijo—. Estoy hablando de otra cosa. ¿Qué harás ahora? 
    —Hay miríadas de posibilidades. 
    —¡Miríadas de posibilidades! —dijo con desdén—. ¡Ésta sí que es buena! ¿De qué demontres estás hablando? ¡Miríadas de posibilidades! 
    Di unas chupadas al cigarrillo y dije: 
    —Supongo que abordaré la profesión literaria ahora que he terminado con la variedad proletaria de Romero. 
    —¿Que abordarás qué? 
    —Mis proyectos literarios. Mi prosa. Quiero proseguir mis experimentos literarios. Soy escritor, ¿sabes? 
    —¡Escritor! ¿Desde cuándo eres escritor? Eso es nuevo para mí. Sigue, ésta no la conocía. 
    —El instinto de escribir siempre ha estado latente en mí —dije—. Ahora está en proceso de metamorfosis. El periodo de transición ha terminado. Estoy en el umbral de la expresión. 
    —Manda cojones —dijo. 
    Saqué el cuaderno del bolsillo y pasé las páginas con el pulgar. Las pasé tan aprisa que no pudo leer nada, pero sí ver que había algo escrito. 
    —Son notas —dije—. Notas ambientales. Estoy escribiendo un simposio socrático sobre el puerto de Los Ángeles desde la época de la conquista española. 
    —Veámoslo —dijo. 
    —Ni hablar. Cuando esté publicado. 
    —¿Cuando esté publicado? Lo que hay que oír. 
    Me guardé el cuaderno en el bolsillo. Olía a cangrejo. 
    —¿Por qué no te animas a ser un hombre? —añadió—. Harías feliz a tu padre, allá arriba. 
    —¿Dónde? —dije. 
    —En la otra vida. 
    Lo había estado esperando. 
    —No existe la otra vida —dije—. La hipótesis celestial es mera propaganda inventada por los ricos para engañar a los pobres. Niego la inmortalidad del alma. Es la eterna ilusión de una humanidad engañada. Rechazo categóricamente la hipótesis de Dios. La religión es el opio del pueblo. Las iglesias deberían transformarse en hospitales y servicios públicos. Todo lo que somos o esperamos ser se lo debemos al diablo y a su contrabando de manzanas. Hay setenta y ocho mil contradicciones en la Biblia. ¿Es la palabra de Dios? ¡No! ¡Niego a Dios! ¡Lo acuso con coléricas e incontenibles imprecaciones! Acepto el universo ateo. ¡Soy monista! 
    —¡Lo que eres es un chiflado! —dijo—. Un obseso. 
    —No me entiendes —dije sonriendo—. Pero no pasa nada. Ya había supuesto que no lo entenderías; y esperaba los peores hostigamientos en el ínterin. No pasa nada. 
    Vació la pipa y agitó el dedo bajo mi nariz. 
    —Lo que tienes que hacer es dejar de leer esos dichosos libros, no robar, hacerte un hombre y trabajar. 
    Apagué el cigarrillo. 
    —¡Libros! —dije—. ¡Qué sabrás tú de libros! ¡Tú! Un ignaro, un Burrus Americanus, un zoquete, un torpe cobarde con menos sentido común que una comadreja. 
    Se quedó callado y llenó la pipa. No añadí nada porque era su turno. Me observó mientras pensaba la respuesta. 
    —Tengo un trabajo para ti —dijo. 
    —¿De qué? 
    —No lo sé aún. Ya veremos. 
    —Tiene que amoldarse a mis facultades. No olvides que soy escritor. Me he metamorfoseado. 
    —No me importa lo que te haya pasado. Vas a trabajar. Quizás en las fábricas de conservas. 
    —No sé nada sobre fábricas de conservas. 
    —Bueno —dijo—. Cuanto menos sepas, mejor. Sólo se necesita una espalda fuerte y una mente débil. Tú tienes las dos cosas. 
    —No me interesa el empleo —dije—. Prefiero escribir prosa. 
    —Prosa…, ¿qué es prosa? 
    —Eres un burgués conformista. Nunca conocerás la buena prosa por mucho que vivas. 
    —Debería romperte la crisma. 
    —Prueba. 
    —Pequeño cabrón. 
    —Analfabeto americano. 
    Se levantó y abandonó la mesa echando chispas por los ojos. Se dirigió a la habitación contigua y habló con mamá y con Mona, diciéndoles que habíamos llegado a un acuerdo y que iba a empezar una nueva vida. Les dio algún dinero y le dijo a mi madre que no se preocupara por nada. Fui a la puerta y cuando se fue le hice una seña de despedida con la cabeza. Mi madre y Mona me miraron a los ojos. Se figuraban que saldría de la cocina con las mejillas arrasadas de lágrimas. Mi madre me puso las manos en los hombros. Habló con suavidad y dulzura, pensando que tras la charla con el tío Frank me sentiría muy infeliz. 
    —Ha herido tus sentimientos —dijo—. ¿Verdad, pobrecito mío? 
    Le aparté los brazos. 
    —¿Quién? —dije—. ¿Ese cretino? ¡Por todos los diablos, no! 
    —Tienes cara de haber llorado. 
    Entré en el dormitorio y me miré los ojos en el espejo. Estaban tan secos como siempre. Mi madre se acercó y se puso a enjugármelos con el pañuelo. Hay que joderse, me dije. 
    —¿Puedo preguntar qué haces? 
    —¡Pobrecito mío! No pasa nada. Estás avergonzado. Lo entiendo. Las madres lo entienden todo. 
    —¡Pero si no estoy llorando! 
    Se fue decepcionada.

domingo, 12 de mayo de 2024

Vulgaridad


"En 1965, enseñé el manuscrito de La broma a un amigo, excelente historiador checo. Me reprochó con vehemencia ser vulgar, humillar la dignidad humana de Helena. Pero ¿cómo evitar la vulgaridad, esa indispensable dimensión de la existencia? El ámbito de lo vulgar se encuentra abajo, allí donde reina el cuerpo y sus necesidades. Vulgaridad: la humillante sumisión del alma al reino del abajo. La novela captó por primera vez el inmenso problema de la vulgaridad en el Ulises de James Joyce."

Milan Kundera, El arte de la novela

Émile Zola


Hace años leí una novela de Zola que me agradó tanto que la leía en voz alta. Se llama La obra y narra las aventuras de un pintor en París. Recuerdo la sensación de placer que me embargaba cuando leía sus páginas. Una creación menor frente a sus novelas más emblemáticas. Lo importante es la emoción que te suscita, la relación de afecto que hay entre un texto y tú, sea cual sea.

Casa del Diablo


La mamá de un amigo del barrio me contó su infancia en esa población, todo lo que vivió y padeció. Algo que nada más he visto en las películas. Una realidad muy dura en la que abundaba el miedo; caminar, ir hacia algún lado, incluso estar en la propia casa no era seguro. Había mucho plomo a la orden del día. Batallas campales que se anunciaban y quien estuviera por en medio llevaba del bulto. Infinitas historias de ultraje y perversión. Ocurrían los peores crímenes que se pueden cometer. Dos familias enfrentadas por el control del territorio, cuyo verdadero nombre es Ciénaga. La policía era una mera decoración, la justicia no existía. Tráfico de armas y drogas. Impunidad total. Nadie sabe quién le puso el sobrenombre de Casa del Diablo al lugar, pero se lo dejaron, y todo el mundo le llamaba así porque las atrocidades que allí sucedían sólo pueden ser en la casa del maligno. Eso sonaría bien en una novela. Curiosamente, en Ciénaga hay una mansión señorial que se llama la Casa del Diablo, es una ruina abandonada.

Puedo ver todo en mi imaginación.

jueves, 9 de mayo de 2024

A. S. Byatt


Acabo de descubrir a la autora inglesa A. S. Byatt con un cuento llamado "Material en bruto". Al principio casi que abandono la lectura, en apariencia sin mucha profundidad, sencilla; pero después me fue seduciendo la trama. Pensé que podía decirme algo sobre el oficio del escritor y sí, lo dice. El trágico final, que no me esperaba, le dio el plus definitivo al cuento.

Ribeyro


Leyendo cuentos de Ribeyro tengo que ir al diccionario (Google) a buscar una palabra de significado desconocido. Pese a no ser un autor de lenguaje difícil, sobrecargado o enrevesado, se da cuenta uno del gran vocabulario y conocimiento que tenía de las palabras. Aunque su lenguaje es sencillo y asequible, poco me gusta su estilo. Pero sin duda es uno de los grandes cuentistas latinoamericanos.

Oncocit USA, la compañía que vende curas para el cáncer



¿Cuántos profetas bien vestidos no vienen a menudo con la buena nueva de una panacea que cura casi por arte de magia nuestros males? Gente sin escrúpulos del sector de la salud, disfrazados de empresarios, compran pauta en reputados medios nacionales y promocionan un antídoto para el cáncer que cuesta veinticinco mil dólares -alrededor de cien millones de pesos colombianos-, suma que cualquier persona adinerada pagaría si estuviera en esa triste situación. La organización que ofrece esta supuesta cura se llama Oncocit y es de Estados Unidos, aunque opera en muchos países de Latinoamérica. 

Contexto: el 17 de julio de 2023 una periodista de la revista Cambio aquí en Colombia publicó un artículo que denunciaba a Oncocit por estafar personas enfermas de cáncer con la venta de un tratamiento de inmunoterapia de ocho dosis inyectadas que dura dos semanas, promete desaparecer la enfermedad y lo hacen a domicilio. Dice que la empresa no está avalada por el Invima ni la FDA. Nadie la conoce y no hay noticia de su tratamiento en revistas científicas. Y al parecer su dirección con sede en Estados Unidos es una oficina virtual, fantasma. Luego de la publicación, representantes de Oncocit trataron de comprar una pauta de publicidad favorable y le transfirieron desde Panamá la suma de mil cuatrocientos veinte dólares a Cambio, la que el director de la revista devolvió. Ahora han hackeado la revista en varias ocasiones y enviaron una nota muy cortés en donde pedían que se eliminara el molesto artículo, o si no, la página de la revista saldría de servicio y la borrarían. Según las autoridades, no son ningunos pintados. Crimen organizado de alto nivel.

"No vamos a retirar el artículo. Vamos a dar la pelea, hasta que la justicia toque a su puerta", dijo el director de la revista Cambio, Federico Gómez Lara, en una reciente entrevista para la W Radio. "Una situación muy grave en la que mucha gente ha caído, con la gravedad que no solamente están ante una estafa y no curan su enfermedad sino que estas personas los hacen firmar un acuerdo de confidencialidad para que no puedan hablar del tratamiento y muchas veces los instan a dejar de recibir las quimioterapias". 

El asunto, como dijo el periodista Daniel Coronell, parece de película ciertamente. Y no es para menos, debido a la magnitud del caso y lo que está en juego: la vida de personas enfermas. Quizá muchos no hayan visto esa buena película de Jean-Marc Vallée llamada El club de los desahuciados, en donde el protagonista, un hombre contagiado de VIH, descubre que el medicamento que le suministran en el hospital para tratar su enfermedad es tóxico, y lo que hace es agravar su estado en vez de aliviarlo. Así que emprende una búsqueda que lo lleva hasta México y allá encuentra un medicamento que mejora su calidad de vida, el cual tiene que pasar de contrabando porque está prohibido por las agencias estadounidenses. Entonces funda un club más o menos clandestino en el que vende un tratamiento efectivo con una membresía de afiliados. Lo contradictorio es que el medicamento que le ponían en el hospital le hacía daño y era legal. La película nos muestra la podredumbre de un sistema de salud monopolizado y corrompido por el dinero, al que no le conviene que las personas enfermas sanen porque el negocio es la enfermedad. En vista de que muchas veces los tratamientos autorizados por el sistema de salud no cumplen las expectativas, ¿estas acciones por parte de consorcios privados se fundamentan en una verdadera voluntad de erradicar el mal del enfermo? Se puede dar el beneficio de la duda. Pero no nos extraña que una compañía de estas juegue con la vida de la gente, mucho menos si no está registrada legalmente.

domingo, 28 de abril de 2024

Fragmento de una novela menor de un autor menor de la ciudad






Hace un par de semanas, en una de mis visitas a la biblioteca Luis Ángel Arango en el centro de la ciudad, volví a encontrar este libro; su autor es poco conocido. Yo sabía de él porque un compañero de la U hizo su proyecto de grado basado en esa novela. Recuerdo la primera vez que leí este fragmento y la exacerbada excitación que me produjo. Cosa que no pasó al leer otros apartados de la obra que no tienen nada que ver con esta ensoñación, traída del pasado. Siempre que leo este fragmento narrado en presente, con pequeños flash backs, vuelvo a ser ese niño voyeurista que somos la mayoría. Una de las tantas aventuras eróticas juguetonas que todos los hombres, o casi todos, hemos vivido de alguna u otra manera.

Ese día leí poemas y relatos exquisitos de Álvaro Mutis y también los firmados bajo el alter-ego de Alvar de Mattos que hablan de Francia y Napoleón y Drieu La Rochelle. Leí Facsímil, una novelita experimental de Alejandro Zambra que se puede ubicar dentro del oulipo, la cual me gustó. Leí un cuento corto de Monterroso que hablaba de Kafka, llamado La cena, creo. Leí textos de Santiago Gamboa y otras cosas que ya no recuerdo.

domingo, 21 de abril de 2024

Triunfo de Colombia ante Brasil en el campeonato sudamericano femenino sub20



Hoy, en el marco del campeonato sudamericano femenino sub20, la selección Colombia derrotó 2x1 a las actuales campeonas, la selección de Brasil, en un partido bastante físico e impetuoso por parte de las brasileras, y más tranquilo y táctico por parte de las colombianas.

Las colombianas aguantaron. En el primer tiempo Brasil tuvo un dominio de balón del 62 por ciento y Colombia del 38 por ciento. En esa primera parte no hubo apariciones claras de gol de ninguna de las dos selecciones. Colombia se veía más errática, regalaba mucho el balón y parecía sometida al juego violento y atemorizante de Brasil. Físicamente, le sacaban ventaja a Colombia; las brasileñas son más acuerpadas y eran agresivas. La árbitro ecuatoriana no se molestaba en sacar tarjetas; parecía deleitarse con el juego atropellado, dando así licencia al juego sucio. A pesar de que las brasileñas dominaron el partido en el primer tiempo, no crearon situaciones de gol.

En el segundo tiempo la cosa no cambió mucho. Pero cuando Colombia vio que no obtendría justicia por parte de la árbitro, comenzó a pararse firme, sin dejar de insistir en su juego táctico. Fue así como llegó su primera oportunidad de gol: tras un pase filtrado por la delantera Maite López a su compañera de equipo, esta no capitalizó al quedar sola frente a la portera brasileña, quien salió segura al achique. No fue hasta el minuto 69 que Colombia venció el arco de Brasil. Una pelota detenida que Mary Álvarez puso en el centro del área, donde una recién entrada Juana Ortegón saltó para enviarla de un cabezazo al interior de la portería rival. No sólo era el primer gol del partido, era también el primero de aquella joven de diecisiete años y el primero que el seleccionado colombiano le hacía a Brasil en este tipo de justas.

Por supuesto que las brasileñas no se quedaron quietas. Empezaron a desesperarse y su juego se volvió más violento. Si eran víctimas de su propia medicina de choque se quejaban a la árbitro ecuatoriana para ver si tal vez sacaba una tarjeta, pero era en vano. En eso hay que reconocer que fue justa.

El segundo gol de Colombia llegó en el minuto 73. La portera de Brasil sacó en corto y la defensa quiso salir jugando, pero al estar presionada despejó mal el balón y se lo entregó a una mediocampista colombiana, quien de inmediato le puso el pase a la número diez, Gabriela Rodríguez, y ella, controlando el balón en el área, impactó con el borde interno de la pierna derecha y lo mandó a un ángulo imposible para la arquera.

Ahora iba dos a cero. El dos a cero es el marcador más engañoso que hay. Crees que vas ganando y en un abrir y cerrar de ojos va dos a uno y en cualquier momento te pueden meter el dos a dos y hasta te ganan, si no tomas las riendas del juego. En el minuto 84, pelota en movimiento, Brasil tiró un centro al área chica de Colombia, la defensa vio pasar el balón como pedro por su casa y Pamela, la delantera de Brasil, lo empujó al fondo de la red. Descuido.

Afortunadamente para la selección Colombia no se empató el partido. Como hubo tanto choque, tantas faltas, dieron ocho minutos de reposición. Y ni aun así Brasil logró impedir la victoria de las cafeteras. Al final Brasil terminó pidiendo tiempo; como malas perdedoras, fueron a quejarse a la árbitro porque había terminado el partido faltando segundos. Pero no hubo nada que hacer. Colombia ganó y avanzó a la siguiente fase como líder del grupo B.

lunes, 15 de abril de 2024

Larga vida a Carver


Leí un artículo que menciona algunas opiniones de Harold Bloom sobre el cuento extraídas de su libro El canon de la literatura occidental, en donde hace una lista subjetiva de los escritores más sobresalientes de occidente. En lo tocante a Raymond Carver estoy de acuerdo; no sé si está sobrevalorado, lo que sí sé es que siento que le falta algo. Hemingway lo llama mística. A pesar de su correcto conocimiento de la técnica su estilo escueto, parco, deslucido y sin matices, no me emociona tanto ni me cautiva. Sólo unos pocos cuentos suyos me han gustado: Desde donde llamoNadie decía nadaFiebre, Tres rosas amarillas, La vida de mi padre.

El artículo dice que Bloom se arrepintió de hacer esa lista y que fue por razones comerciales que dejó por fuera a otros escritores muy buenos. De los latinoamericanos dejó por fuera nada más y nada menos que a Rulfo, un imprescindible. De los norteamericanos no leí nada sobre Truman Capote, autor que en este momento me interesa y del cual estoy leyendo atentamente sus cuentos. 

A mí no me importa la crítica, pero veo que Bloom comparte el mismo pensamiento hacia aquel autor. No obstante, larga vida a Carver.

viernes, 12 de abril de 2024

Maestros


Si me toca escribir como Hemingway, lo haré. Su estilo es el más fácil de imitar. Tengo que practicar; sólo la práctica me puede llevar a un camino propio, no importa si es imitando a los demás. Lo importante es dominar el arte.

Estoy en mi cuarto. Junto a mi cama y sobre una mesa hay libros de López, Silva, Mutis, Queiroz, Quevedo, Conrad, Villon, Nooteboom, Céline, Roth (el de Pastoral americana), Greene, Austen, Rulfo, Hemingway, Dostoievski. No he terminado de leer El Buscón, ni Hotel nómada, ni el Factor humano, ni La abadía de Northanger, ni los cuentos de El llano en llamas, ni los de El mandarín, ni Islas a la deriva, ni Viaje al fin de la noche, ni El idiota. Siempre me salen al paso otras lecturas. Sin embargo, voy leyendo esos libros poco a poco, paladeándolos, releyéndolos, absorbiendo bien su savia. Pero sé que hay muchísimos otros mundos por explorar. 

jueves, 14 de marzo de 2024



Ángela se levantó temprano, como todos los días. Hizo la comida de su hermano, limpió el apartamento, lavó la ropa y se bañó. A continuación, fue a la carnicería y compró carne de res, de pollo y de cerdo. Regresó al apartamento y se puso a preparar la carne. Mientras lo hacía, el hombre de su vida salió del cuarto descalzo, sin camisa, con una pantaloneta deportiva original de las que utilizan los beisbolistas grandes ligas para practicar, y que Ángela llamaba enagua, porque era grande y holgada como una falda. Él se plantó a su lado. Tenía la cara embotada, los ojos legañosos y el pelo desordenado. Sus largos brazos velludos rodearon el menudo cuerpo de ella y le dio un beso sin abrir la boca para que no le saliera el mal olor de los recién levantados. Ángela sintió la presión de su peludo y ancho pecho y su peluda y abultada barriga de cervecero. Si no fuese porque lo amaba, habría pensado que un oso la atrapaba en sus zarpas, como a un conejillo de indias temeroso y frágil. La forma de querer de él era salvaje a veces.

-¿Dónde la compraste, en la Olímpica? -le preguntó mirando la carne.

-No -respondió Ángela-. La compré en la carnicería que te dije de Villas de La Candelaria.

-¿Compraste limón? 

-Unos cuántos. ¿Vas a desayunar?

-No tengo hambre -dijo él, sentándose en una silla recostada a una pared divisoria en mitad de la sala, cerca del mesón de la cocina-. Dame mejor un zumo de limón.

Ángela exprimió cuatro limones en un vaso, lo rellenó con agua fría y se lo dio.

-Era nada más el zumo -dijo él.

-Está puro -dijo Ángela.

-Échale azúcar entonces. Haz una limonada.

Ángela endulzó el agua con limón y le preguntó si la quería con hielo.

-Déjala así -dijo él.

Ángela terminó de preparar la carne y la metió en el congelador de la nevera. Le sirvió el desayuno a él. Lo dejó comiendo en el comedor y fue al cuarto que faltaba por hacer; no lo había hecho porque su pareja se encontraba allí durmiendo. Aprovechó ahora que el cuarto estaba solo y se metió. Pero cuando lo limpiaba, él entró y se acostó en la cama con un libro que agarró de un montón que había al lado, sobre una mesita redonda de pasta.

-¿A ti qué, no te gusta ver esto limpio y ordenado? -le reprochó Ángela.

-Pero si no interfiero en la limpieza -dijo él.

Ángela lo miró con un gesto de disgusto en el que se podía leer: ¿Cómo voy a limpiar y ordenar el cuarto si tú estás en la cama? La cama estaba desordenada, no podía arreglarla con él allí. Barrió y pasó el trapero apenas. Al cabo de un rato, él salió por fin del cuarto y ella pudo arreglar la cama. Él a veces la componía, pero solamente recogía la manta de taparse y medio alisaba la sábana que cubría el colchón. Ángela, en cambio, no recogía la manta sino que la replegaba por toda la cama y doblaba el borde bajo las almohadas de la cabecera, con estética.

(...)

lunes, 11 de marzo de 2024

Carta de despedida


Nunca he pensado escribir 
una carta de despedida. 
Pese a todos los intentos infructuosos 
por alcanzar de nuevo la iluminación, 
nunca me he rendido. 
Si me rindiera, no estuviera aquí, 
escribiendo esto 
en este momento.
 
A veces divago en torno a la idea 
de terminar con mi vida. 
Una idea romántica y estúpida. 
Imagino las oraciones de la carta 
explicando mi decepción. 

Siento que ya no puedo más. 
                         Lo he intentado todo por vivir 
                                                  la vida que quiero 
                                       y sigo igual. 
                  Estoy harto. 
          Ni siquiera puedo hacer una reseña literaria decente. 
   ¿Qué fue lo que aprendí en la Universidad? 
El pasado ahora lo encuentro brumoso y sin sentido. 
                     Tantos sacrificios, 
                                                  tantas dificultades y carencias 
              ¿para qué?  ¿Para ser 
 un mediocre que no ha podido terminar 
                                                 una simple tesis de grado? 
                Antes la muerte. 

Cada día que pasa 
las posibilidades se agotan 
y me vuelvo más mayor. 
García Márquez dijo una vez 
que loro viejo no da la pata; 
él se refería al aprendizaje de la técnica. 
Me reprocho que mis aspiraciones literarias 
no sean tan fuertes 
porque no tengo juicio; 
                                      una vez que empiezo, 
                                                                         todo se derrumba. 

¿Quizás la falta de constancia se deba 
al hecho de haber perdido la fe en mí?
¿He perdido la fe en mí? 
Tengo las herramientas, 
pero ante eso no hay ayuda que valga. 
La tristeza y la apatía me han cavado un pozo 
profundo en el ánimo, mis sueños continúan 
en la órbita de la procrastinación. 
A sabiendas de que no pasa nada, 
tampoco hago nada; ni siquiera terminar
con esta miserable vida de una buena vez. 

¿Cómo leerían 
mis padres 
una carta así, 
tan patética?

domingo, 3 de marzo de 2024

Apuntes de lectura: El vino de la juventud, de John Fante


Los escritores son como el supremo demiurgo. Crean una obra literaria a su imagen y semejanza. Consciente o no, toman episodios de su propia vida y los transforman con la magia de la ficción. Hay casos en que la vida de los personajes ficticios se funde con la del autor, suscitando asombro y confusión en los lectores. Aunque esto no es más que una treta, lo creado por él es, en el fondo, una autobiografía de sí mismo. La obra de John Fante está íntimamente ligada a su experiencia vital. Quienes conocen su vida saben que nació en E.U, en una familia pobre, su padre era un inmigrante italiano y su madre, aunque nacida también en E.U., era de sangre italiana; que se educó en escuelas católicas y fue quizás un chico problema. En su libro de cuentos "El vino de la juventud", un joven americano de ascendencia italiana narra en primera persona su vida familiar, su infancia en Boulder, Colorado, su educación católica, así como los sueños y fracasos en su tránsito de la adolescencia a la adultez, llevando consigo un verdadero tesoro bajo el brazo: su talento para la literatura.

sábado, 17 de febrero de 2024

Poema de forma clásica


Flor de alelí que sueñas
en el lecho de mi amor desamparado.
Un dardo en tu pecho nacarado
Tiñe de negro tus entrañas.

Como rocío que acompaña
mis mañanas, tú, mi ser libado;
como los nacientes rayos de un sol alucinado
que irrumpen por mi ventana y no la empañan,
despiertas del fulgor de una campaña,
al sueño de un amor desatinado.

jueves, 1 de febrero de 2024

Gente de bien



Nos conocieron a nosotros cuando vivíamos en el Campo, los Okan. Esa es una familia de ahí de C. que tiene plata, son gente de bien. Ellos nos buscaban, a mi hermana y a mí; nos pagaban mil pesos (me acuerdo que mil pesos era plata, comprábamos arroz, comprábamos pollo y nos quedaba), mil pesos, a las dos, para que le hiciéramos todos los oficios. A veces nos ponían a trapear dos veces porque como que quedaba mal trapeado, yo no sé jajaja. Estábamos pequeñas. Bueno, después de eso papi no nos dejó ir más, cuando ya papi consiguió trabajo, en ese entonces papi no tenía trabajo y cuando ya consiguió, nos dijo que no fuéramos más. Bueno, no fuimos más. Después, con el tiempo, Caye trabajó con ellos; después Caye se salió. Ellos se encariñaron conmigo. Entonces me buscaban. "Hey ven mijita pa' que laves los platos... Hey ven mijita pa' que me hagas el aseo..." "Bueno, sí señora." Y yo iba y me pagaban, pero eso fue ya a principios del 2000, por allá. Ya para el 2009 había pasado buen tiempo. 2009-2008, por ahí. Yo estaba estudiando administración financiera. Entonces yo cuando así los fines de semana, los sábados, ellos me buscaban. Él me fue a buscar a la casa, Okan. "Ven mijita pa' que vayas a la casa. A mi mamá no le gusta cómo lava tu mamá, a ella le gusta es cómo lavas tú." Pero era pa' exprimirme. Yo dije: "Ah bueno, yo voy." Estando allá me han sacado (pero no es nada contártelo) ¡una monda de ropa para lavar! Ellos tenían lavadora pero la ropa había que lavarla toda a mano primero y después era que se echaba en la lavadora. La señora se sentaba y revisaba que fueran bien lavados los sobacos, los cuellos y demás. Se me hizo sangre esto ve, todo esto pelao en sangre del montón de ropa que yo me lavé. Eso fue un sábado. Bueno, yo lavé mi ropa, la lavé toíta. Y tenía que abrila y recogela y dejala doblaíta. Después: "Ven mijita...", la vieja, porque tenía una maaagia, una dulzuura. "Ay mijita, no sé qué..." Yo había ido como a las cinco de la mañana, y eso fue a las cuatro 'e la tarde. Y que pa' que le hiciera el aseo, a esa hora. Bueno, hice el aseo, ran, ran, rapidito. Después me dijo y que pa' que la ayudara a cocinar la comida de la tarde, pa' que hiciera unas pastas, que yo las hacía ricas y que no sé qué... Le hice las pastas. "Bueno jeñora Carmen -se llamaba Carmen-, yo me voy porque ya es tarde." Ya eran las siete de la noche. "Yo me voy... pa' ve si... el pago." "Ay, ahora que venga Maye." Maye era la hija. "Ah bueno jeñora Carmen, entonces yo vengo mañana o más luego, por la plata." "Ah bueno mijita." Me fui. Y después volví. Me dio tres mil pesos. Yo le dije ajá y ¿esto es lo que me va a dar? "No, te vamos a dar siete mil pesos mijita pero ahora toma tres mil y mañana vienes por los cuatro mil." ¿Tú puedes creer? Más nunca fui, ni más. Yo tenía to' esto que me ardía, esto aquí, de tanto hacé así, en sangre. 

-¿Te mandaban a buscar? -le pregunté.

Me mandaron a buscar y yo les dije que no iba más pa'llá. Después conseguí un trabajo en Barranquilla. 

-¿No volviste a trabajar con ellos?

No. Entonces... Miento, sí, sí volví a trabajar ahí con ellos. Y terminé mi curso, en lo que estaba haciendo.

-¿De qué?

El de administración. Y hablé con la hija de ella, de la jeñora Carmen, pa' que me metiera a trabajá a Cootransa, pa' hacé las prácticas. Ella jue la que me metió ahí. Entonces ¿qué me dijo ella? Y que para que yo hiciera las prácticas allá, los sábados los trabajaba to' el día, y los días de semana le trabajara; o sea me puso a que le trabajara en la casa de ella, de seis a once de la mañana. Y de ahí me fuera pa' Cootransa. Así aceptó a que me diera las prácticas ahí. Supongo que trabajé tres meses en Cootransa, haciendo las prácticas, porque ella me palanqueó, claro. Pero primero me sacó el jugo... Desgraciados, son unos malparidos. Entonces yo antes de irme para Cootransa trabajaba donde ellos, les hacía aseo, el almuerzo y to' esa maricá. Y ella venía a almorzar. Esa llegaba a almorzar a C.; como no pagaba pasaje... Y yo tampoco pagaba pasaje. Y así sucesivamente. Esa gente es mala clase, unos malparidos. Después cuando ya yo me salí de Cootransa, que ya... yo trabajé...

-¿Por qué te saliste?

Porque hicieron un recorte de personal. O sea, no me salí. Después me llamaron a trabajar otra vez, pero ya yo estaba trabajando en Barranquilla y no tenía teléfono. O sea me fueron a buscar a la casa; y como no tenía ni medios pa' comunicarme con Caye...

-Hubieses queda'o mejor ahí, ¿ah?

Ajá. Pero entonces yo vine fue un sábado y cuando jui allá a Cootransa, ya no, ya tenían el puesto ocupa'o.

-Qué charada.

Entonces (después de eso yo ya estaba en Barranquilla), me buscaron pa' trabajá. Dizque: vente pa'cá, que vas a estar aquí mismo, que ta ta ta ta. Yo estaba bonita, porque estaba en la ciudad, 'magínate. No es por nada pero Barranquilla a mí me pone bonita. Y entonces me dice y que, ¿cuánto te estás ganando ahí? Me acuerdo que le dije una exageración, que me ganaba no sé cuántos, que si estaban dispuestos a pagarme eso yo me venía a trabajá con ellos. No aceptaron. Creo que fueron ochocientos que les dije, cuando ochocientos era plata. "¿Tú te ganas ochocientos?" "Sí señor, cuidando un niñito nada más." Verdá. No me ganaba lo que les dije a ellos, me ganaba eran cuatrocientos, na' más por cuidá al mero niñito, y ni dormía con él ni ná, a Juan Sebastián. Y me llevaban a pasear pa' to's la'os. Y yo no lavaba no cocinaba, nada, na'más era estar pendiente detrás del pelaíto. Ya es que iba a dejá ese trabajo de allá pa' venirme a que me pelaran las manos, y por una miseria. Esos hijueputas me castigaron lavando un montón de ropa. Eran maldiáticos. Cuando uno iba a lavá le sacaban hasta lo que no tenían sucio. Y ¿tú crees que eso no es maldá, de hacé que lavara a mano pa' después lavarlo en la lavadora? Pa' eso mejor que se lavara a mano y ya o en la lavadora. Revisaba, mi amor. Las camisas las cogía así ve, la vieja, y las olía. "Esto huele a feo todavía, esto no sé qué..." Haga usté su mierda, nojoda. Pa' dame siete mil pesos, y damelos mingueados. No sea marica. Y cuando trabajaba con ellos querían que yo fuera a dormir allá, cógetelas. 

-¿Y tú ibas?

'Ira. Unos malparidos que eran. Pa' sacame el jugo hasta las doce, once la noche. Ah, que yo fuera a dormí allá.

-Te decía la viejita.

Sí. Pero es que tú la hubieras visto. "Mamita, mi amor, mi reina..." Así, ella trataba así. Yo por eso no confío en palabras dulces. Las palabras dulces son, nojoda, un veneno. Ella trataba así, y lo mismo los varones, todos, ellos todos trataban así.

sábado, 27 de enero de 2024

El estigma de lo alado: "Las malas", de Camila Sosa Villada




     "Se ejerce la prostitución casi como una consecuencia. Durante toda tu vida te auguran la prostitución. El padre sentado a la punta de la mesa, entregado a devorar el seso de un cabrito con pan y vino, el padre que llena de grasa todo lo que toca y te repite una y otra vez cuál será tu destino:
     −¿Sabe usté lo que tiene que hacer un hombre para ser un hombre de bien? Tiene que rezar todas las noches, formar una familia, tener un trabajo. Difícil va a ser que consiga usté trabajo con la pollerita corta, la cara pintada y el pelito largo. Sáquese esa pollerita. Sáquese la pintura de la cara. A azotes se la tendría que sacar. ¿Sabe de qué puede trabajar usté así? De chupar pijas, mi amigo. ¿Sabe cómo lo vamos a encontrar su madre y yo un día? Tirado en una zanja, con sida, con sífilis, con gonorrea, vaya a saber las inmundicias con las que iremos a encontrarlo su madre y yo un día. Piénselo bien, use la cabeza: a usté, siendo así, nadie lo va a querer."



Para algunas personas de temperamento artístico muy sensibles, rememorar ciertos sucesos desgarradores de su pasado hace que se les quiebre la voz y aparezca en sus ojos el brillo acuoso de las lágrimas. En entrevistas que le han hecho a la escritora argentina Camila Sosa Villada se la puede ver con los sentimientos a flor de piel mientras refiere apartes de su vida que la marcaron para bien o para mal. Su charla es amena y chispeante. En su delicada voz aflautada, en su aspecto físico de rasgos andróginos, vistiendo ropas ligeras y mostrando un poco de pierna, podemos atisbar que ella no nació mujer; y como muchas otras que han tenido que luchar -aun cuando fisiológicamente sí lo eran- para que una sociedad heteronormativa les reconozca sus derechos, ella también llegó a serlo.

La literatura se nutre de la experiencia individual de los escritores. En muchos casos esas experiencias están cifradas, crípticas, en los textos; en otros las leemos por boca de personajes que llevan el mismo nombre de sus aedos, pero con un velo de ambigüedad a través del cual es insensato intentar distinguir dónde termina la realidad y dónde comienza la ficción. La escritura del yo ha estado presente desde siempre como una pequeña isla dispersa en el vasto mar de la literatura. No obstante, desde el siglo pasado esas pequeñas islas se proliferaron, algunas son continentes, como À la recherche du temps perdu o, si vamos más atrás en el tiempo, las memorias del caballero de Seingalt. El epígrafe de Emerson en Trópico de Cáncer lo dice todo: "Estas novelas darán paso, con el tiempo, a diarios o autobiografías: libros cautivadores siempre y cuando sus autores sepan escoger entre lo que llaman sus experiencias y sepan reproducir la verdad fielmente". Entre los escritores más sobresalientes del panorama actual en cuanto a literatura del yo se refiere, una que ha sabido extraer de su experiencia personal lo significativo, y reconfigurarlo sin faltar a la verdad, es la argentina Camila Sosa Villada.

En su primera novela titulada Las malas, publicada en 2019 por la editorial Tusquets, Sosa Villada narra la turbulenta vida de una joven travesti llamada Camila junto a un grupo de trabajadoras sexuales, "travas" también, que la acogieron cuando una noche llegó al Parque Sarmiento, en la ciudad de Córdoba. De día estudiaba en la universidad y en las noches se dedicaba a la prostitución. En una charla TEDx Talks, la misma Sosa Villada cuenta el suceso real. Había llegado por azar a ese parque oscuro y frío, según ella guiada por la afinidad con los árboles que allí había y crecen sin la ayuda de nadie. Pero volviendo a la trama de la novela, es imposible no pensar en la tía Encarna, hada madrina del grupo, una trava de casi doscientos años. Este personaje se encuentra a un niño abandonado en el parque, se lo lleva a su casa para cuidarlo y entre todas lo bautizan con el poético nombre de El Brillo de los Ojos. Representa para ellas esperanza, bondad, pureza no contaminada por el odio de los hombres. La tía Encarna lo cuida y hasta lo amamanta, aun a sabiendas de que nada podía brotar de ese pezón lleno de aceite de avión. Un día Camila llega a visitarla pero la tía Encarna no le presta atención, camina absorta de un lado a otro con el niño en brazos; de repente se detiene y le dice: "Mira",  y Camila descubre que de uno de sus senos sale leche materna. Es uno de los recursos utilizados por la autora que inevitablemente recuerdan a García Márquez. 

La autora crea un personaje ficticio, un alter ego de sí misma, quien narra en primera persona hechos atroces envueltos en una atmósfera por momentos irreal aunque convincente, hechos dolorosos, pero teñidos de fantasía, como la metamorfosis de María la Muda, que luego se convirtió en María la Pájara. Con Las malas, Sosa Villada ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2020, recibió el Grand Prix de l'Héroïne de una revista francesa y el Premio de Narrativa en Castellano por una librería española. La historia de Camila, que tuvo que soportar el rechazo de su familia y la burla de todo el mundo porque su modo de ser delataba al marica, al adolescente desviado que se escapaba por las noches de su casa para ir travestido a los bares, es la historia de una comunidad que ha sido segregada y humillada y estigmatizada por el sistema, por todos nosotros.


jueves, 25 de enero de 2024

Citas del libro "La vida sexual de Catherine M."


"Hasta que nació la idea de este libro, nunca había pensado demasiado en mi sexualidad. Sin embargo, era consciente de haber tenido relaciones múltiples a una edad precoz, lo que no es muy habitual, sobre todo en las chicas, al menos en mi medio social. Perdí la virginidad a los dieciocho años —lo cual no es especialmente pronto—, pero participé por primera vez en partouzes en las semanas siguientes a mi desfloración. No fui yo, naturalmente, la que entonces tomó la iniciativa, pero sí la que precipitó la situación, algo que para mí sigue siendo inexplicable. Siempre he considerado que las circunstancias habían puesto en mi camino a hombres aficionados a hacer el amor en grupo o a mirar a su compañera haciendo el amor con otros hombres, y la única idea que tenía de mí misma en esta materia era que, siendo de natural abierta a las experiencias y no viendo en ellas ninguna traba moral, me había adaptado de buena gana a las costumbres de mis compañeros. Pero nunca he extraído teorías al respecto, ni he sido nunca, por tanto, una militante." 


"Las veladas que Víctor ofrecía con motivo de sus cumpleaños eran las que más me impresionaban. Había en la entrada de la propiedad guardias con perros que hablaban por walkies-talkies, y el gentío me intimidaba. Algunas mujeres se habían ataviado para la ocasión, llevaban vestidos o blusas transparentes que yo envidiaba, y yo me mantenía aparte durante todo el tiempo en que la gente llegaba y se reunía bebiendo champan. No me encontraba a gusto hasta que me había quitado el vestido o los pantalones. Mi verdadera ropa, que me protegía, era mi desnudez."


"Tumbada, podía recibir las caricias de varios hombres mientras que uno de ellos, erguido para despejar espacio, para ver, se activaba dentro de mi sexo. Me tironeaban a cachitos; una mano frotaba con un movimiento circular y cuidadoso la parte accesible del pubis, otra rozaba ampliamente todo el torso o bien prefería excitar los pezones... Mas que las penetraciones, me deleitaban esas caricias, y en particular las de las vergas que se paseaban por toda la superficie de mi cara o frotaban el glande contra mis pechos. Me gustaba mucho atrapar al vuelo una polla con la boca y deslizar mis labios sobre ella mientras otra se acercaba a reclamar su ración por el otro lado, en mi cuello tenso. Y girar la cabeza para apresar la nueva. O tener una en la boca y otra en la mano. Mi cuerpo se abría mas por efecto de esos toqueteos, de su relativa brevedad y su reanudación, que por el de las cópulas."



Temprano en la madrugada

Hace unas horas llovió. No duró mucho. Yo estaba en el primer cuarto sentado ante el computador y escuchando música con los auriculares. La ...