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sábado, 7 de enero de 2023

En la carretera



-¿Eres InDriver? -preguntó ella. En los parlantes del carro sonaba con volumen bajo la canción Quiéreme, de Mickey Taveras.

-No -dije-. Esto lo hago en mi tiempo libre; para obtener un dinero extra.

-Pero ¿trabajas en alguna parte?

-Sí.

-¿Dónde?

-En el puerto de Cartagena.

-Ah... ¿Y qué haces allá?

Iba a decirle una palabra que los conocedores del oficio utilizan para "pordebajear" lo que hacemos, que es, básicamente, descargue y cargue de contenedores. Pero le dije:

-Soy operador portuario. Manejo Rich Stacker, una máquina enorme que parece un escorpión, que agarra los contenedores por los extremos superiores y los apila.

Ella se tragó el cuento.

-A los que trabajan en los puertos les pagan muy bien -dijo.

-No en todos los casos; pero en general, sí, así es -agregué.

-¿Llevas tiempo trabajando allí?

-Un año y cinco meses.

-¿Y tu mujer? -preguntó.

-¿Mi mujer? -dije, haciendo una mueca de risa.

-Sí, tu esposa. Ahora qué, ¿me vas a decir que no tienes?

-La verdad es que no.

-Por qué ustedes los hombres son tan mentirosos -dijo, y me miró con una sonrisa pícara en sus labios-. ¿Tampoco tienes hijos?

No quería que la cosa se complicara. Volví a mentir. Le dije que tenía una niña de cuatro años y un niño de siete. Le hablé en detalle de cómo eran mis supuestos hijos. Ella me escuchaba. A veces me interpelaba para decir: "Mi hija también es así..." o "Son tremendos". Y en eso estábamos, hablando de nuestros hijos, los ficticios míos y su hija real, cuando de pronto vimos una especie de animal que atravesó corriendo la carretera a una distancia de por lo menos veinte metros; no estaba tan cerca, pero la velocidad que llevaba me obligó a frenar de manera brusca.

-¿Estás bien, chica?

-Sí -dijo-. ¿Qué fue eso?

-Parecía un venado.

-No. Era como un perro. ¿Le viste los ojos?

-Sí.

Aquellos ojos eran de un rojo brillante y cristalino. Tal visaje no produjo en mí más que una ligera extrañeza, a diferencia de ella, que pareció sumirla en raros pensamientos: a partir de ese momento no habló más. Pasado un rato, cuando volteé de nuevo a verla, ya se había dormido. Yo intenté seguir concentrado en la oscura y vacía autopista.


Temprano en la madrugada

Hace unas horas llovió. No duró mucho. Yo estaba en el primer cuarto sentado ante el computador y la fuerte brisa fría que entraba por la ve...