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sábado, 27 de enero de 2024

El estigma de lo alado: "Las malas", de Camila Sosa Villada




     "Se ejerce la prostitución casi como una consecuencia. Durante toda tu vida te auguran la prostitución. El padre sentado a la punta de la mesa, entregado a devorar el seso de un cabrito con pan y vino, el padre que llena de grasa todo lo que toca y te repite una y otra vez cuál será tu destino:
     −¿Sabe usté lo que tiene que hacer un hombre para ser un hombre de bien? Tiene que rezar todas las noches, formar una familia, tener un trabajo. Difícil va a ser que consiga usté trabajo con la pollerita corta, la cara pintada y el pelito largo. Sáquese esa pollerita. Sáquese la pintura de la cara. A azotes se la tendría que sacar. ¿Sabe de qué puede trabajar usté así? De chupar pijas, mi amigo. ¿Sabe cómo lo vamos a encontrar su madre y yo un día? Tirado en una zanja, con sida, con sífilis, con gonorrea, vaya a saber las inmundicias con las que iremos a encontrarlo su madre y yo un día. Piénselo bien, use la cabeza: a usté, siendo así, nadie lo va a querer."



Para algunas personas de temperamento artístico muy sensibles, rememorar ciertos sucesos desgarradores de su pasado hace que se les quiebre la voz y aparezca en sus ojos el brillo acuoso de las lágrimas. En entrevistas que le han hecho a la escritora argentina Camila Sosa Villada se la puede ver con los sentimientos a flor de piel mientras refiere apartes de su vida que la marcaron para bien o para mal. Su charla es amena y chispeante. En su delicada voz aflautada, en su aspecto físico de rasgos andróginos, vistiendo ropas ligeras y mostrando un poco de pierna, podemos atisbar que ella no nació mujer; y como muchas otras que han tenido que luchar -aun cuando fisiológicamente sí lo eran- para que una sociedad heteronormativa les reconozca sus derechos, ella también llegó a serlo.

La literatura se nutre de la experiencia individual de los escritores. En muchos casos esas experiencias están cifradas, crípticas, en los textos; en otros las leemos por boca de personajes que llevan el mismo nombre de sus aedos, pero con un velo de ambigüedad a través del cual es insensato intentar distinguir dónde termina la realidad y dónde comienza la ficción. La escritura del yo ha estado presente desde siempre como una pequeña isla dispersa en el vasto mar de la literatura. No obstante, desde el siglo pasado esas pequeñas islas se proliferaron, algunas son continentes, como À la recherche du temps perdu o, si vamos más atrás en el tiempo, las memorias del caballero de Seingalt. El epígrafe de Emerson en Trópico de Cáncer lo dice todo: "Estas novelas darán paso, con el tiempo, a diarios o autobiografías: libros cautivadores siempre y cuando sus autores sepan escoger entre lo que llaman sus experiencias y sepan reproducir la verdad fielmente". Entre los escritores más sobresalientes del panorama actual en cuanto a literatura del yo se refiere, una que ha sabido extraer de su experiencia personal lo significativo, y reconfigurarlo sin faltar a la verdad, es la argentina Camila Sosa Villada.

En su primera novela titulada Las malas, publicada en 2019 por la editorial Tusquets, Sosa Villada narra la turbulenta vida de una joven travesti llamada Camila junto a un grupo de trabajadoras sexuales, "travas" también, que la acogieron cuando una noche llegó al Parque Sarmiento, en la ciudad de Córdoba. De día estudiaba en la universidad y en las noches se dedicaba a la prostitución. En una charla TEDx Talks, la misma Sosa Villada cuenta el suceso real. Había llegado por azar a ese parque oscuro y frío, según ella guiada por la afinidad con los árboles que allí había y crecen sin la ayuda de nadie. Pero volviendo a la trama de la novela, es imposible no pensar en la tía Encarna, hada madrina del grupo, una trava de casi doscientos años. Este personaje se encuentra a un niño abandonado en el parque, se lo lleva a su casa para cuidarlo y entre todas lo bautizan con el poético nombre de El Brillo de los Ojos. Representa para ellas esperanza, bondad, pureza no contaminada por el odio de los hombres. La tía Encarna lo cuida y hasta lo amamanta, aun a sabiendas de que nada podía brotar de ese pezón lleno de aceite de avión. Un día Camila llega a visitarla pero la tía Encarna no le presta atención, camina absorta de un lado a otro con el niño en brazos; de repente se detiene y le dice: "Mira",  y Camila descubre que de uno de sus senos sale leche materna. Es uno de los recursos utilizados por la autora que inevitablemente recuerdan a García Márquez. 

La autora crea un personaje ficticio, un alter ego de sí misma, quien narra en primera persona hechos atroces envueltos en una atmósfera por momentos irreal aunque convincente, hechos dolorosos, pero teñidos de fantasía, como la metamorfosis de María la Muda, que luego se convirtió en María la Pájara. Con Las malas, Sosa Villada ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2020, recibió el Grand Prix de l'Héroïne de una revista francesa y el Premio de Narrativa en Castellano por una librería española. La historia de Camila, que tuvo que soportar el rechazo de su familia y la burla de todo el mundo porque su modo de ser delataba al marica, al adolescente desviado que se escapaba por las noches de su casa para ir travestido a los bares, es la historia de una comunidad que ha sido segregada y humillada y estigmatizada por el sistema, por todos nosotros.


jueves, 25 de enero de 2024

Citas del libro "La vida sexual de Catherine M."


"Hasta que nació la idea de este libro, nunca había pensado demasiado en mi sexualidad. Sin embargo, era consciente de haber tenido relaciones múltiples a una edad precoz, lo que no es muy habitual, sobre todo en las chicas, al menos en mi medio social. Perdí la virginidad a los dieciocho años —lo cual no es especialmente pronto—, pero participé por primera vez en partouzes en las semanas siguientes a mi desfloración. No fui yo, naturalmente, la que entonces tomó la iniciativa, pero sí la que precipitó la situación, algo que para mí sigue siendo inexplicable. Siempre he considerado que las circunstancias habían puesto en mi camino a hombres aficionados a hacer el amor en grupo o a mirar a su compañera haciendo el amor con otros hombres, y la única idea que tenía de mí misma en esta materia era que, siendo de natural abierta a las experiencias y no viendo en ellas ninguna traba moral, me había adaptado de buena gana a las costumbres de mis compañeros. Pero nunca he extraído teorías al respecto, ni he sido nunca, por tanto, una militante." 


"Las veladas que Víctor ofrecía con motivo de sus cumpleaños eran las que más me impresionaban. Había en la entrada de la propiedad guardias con perros que hablaban por walkies-talkies, y el gentío me intimidaba. Algunas mujeres se habían ataviado para la ocasión, llevaban vestidos o blusas transparentes que yo envidiaba, y yo me mantenía aparte durante todo el tiempo en que la gente llegaba y se reunía bebiendo champan. No me encontraba a gusto hasta que me había quitado el vestido o los pantalones. Mi verdadera ropa, que me protegía, era mi desnudez."


"Tumbada, podía recibir las caricias de varios hombres mientras que uno de ellos, erguido para despejar espacio, para ver, se activaba dentro de mi sexo. Me tironeaban a cachitos; una mano frotaba con un movimiento circular y cuidadoso la parte accesible del pubis, otra rozaba ampliamente todo el torso o bien prefería excitar los pezones... Mas que las penetraciones, me deleitaban esas caricias, y en particular las de las vergas que se paseaban por toda la superficie de mi cara o frotaban el glande contra mis pechos. Me gustaba mucho atrapar al vuelo una polla con la boca y deslizar mis labios sobre ella mientras otra se acercaba a reclamar su ración por el otro lado, en mi cuello tenso. Y girar la cabeza para apresar la nueva. O tener una en la boca y otra en la mano. Mi cuerpo se abría mas por efecto de esos toqueteos, de su relativa brevedad y su reanudación, que por el de las cópulas."



Temprano en la madrugada

Hace unas horas llovió. No duró mucho. Yo estaba en el primer cuarto sentado ante el computador y la fuerte brisa fría que entraba por la ve...