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sábado, 22 de junio de 2024

Conclusiones


No esforzarme en llevar una vida normal, común y corriente, como la de todos los demás. No me arrepiento de la mayor parte de cosas que he hecho, sean del índole que fueren, porque me han permitido descubrirme a mí mismo y decidir qué camino tomar, asumiendo las consecuencias. Ahora sé que mi vida no es normal (nunca lo ha sido) y que a pesar de lo absurdo que soy, no puedo dejar morir el pequeño fuego que hay dentro de mí. Debo aprovechar todos los salvavidas que el destino me ha regalado, olvidarme de mí, ser. Vivir el presente, satisfacer las necesidades inmediatas. He pasado años intentando comprender pero al final no hay nada que comprender. Comprender, en mi caso, sería convertirse en una estatua de sal. Unas veces pienso que soy bueno y otras veces que soy muy perverso. Creo que si mis disposiciones genéticas hubiesen sido más fuertes, habría sido un criminal de los mejores. Aunque todavía lo puedo ser, verdaderamente puedo ser todo lo sádico y malvado, tengo razones para ello; casi todo el mundo las tiene. Y soy consciente de mis malas acciones. Por eso pienso que no soy todo lo bueno que debería ser o lo noble que algunas personas piensan que soy. Carajo, quisiera hablar de toda esta vida de mierda. Debería servirme de las exiguas enseñanzas recibidas y escribir un libro, un primer libro que se titule Diario de un ..., o El arte de ..., en el que un alter ego mío narre en primera persona su vida como trabajador. El libro tal vez lo aceptaría la Editorial Periférica y si fuese un éxito, con las regalías trataría de hacer un colegio en mi pueblo natal. Vaya, qué no haría; mi vida no importaría, me dedicaría a servir, y, como decía cierto cantor campesino, el que venga detrás que arree. Pero estoy soñando mucho. La verdad es que viajaría y probaría las delicias que ofrece el mundo.

Hace poco estuve en una cita médica con una especialista en medicina del dolor físico (por una operación que me realizaron en la columna) y me preguntó que si había pensado en suicidarme. Yo lo pensé un momento y negué con la cabeza, lo cual parecía una contradicción, porque antes me había preguntado si no tenía episodios de llanto frecuentes, a lo que respondí que sí. Quitarse la vida es muy fácil. Antes me llevaría a unos cuántos por los cachos. Me las cobraría, y lo haría con toda la precaución, a su debido tiempo. Porque la venganza es un plato que se sirve frío.

jueves, 13 de junio de 2024

El presidente


A Daniel Polo no le gustaba estudiar, pero si le preguntabas qué quería ser cuando fuese grande respondía que presidente. En realidad, era una aspiración bastante asequible en su caso. Sólo hace falta un astuto manejo de influencias, cinismo para la demagogia y carisma para hablarle al rebaño; no hace falta estudiar ni pensar por ti mismo. Y como a Daniel no le gustaba estudiar, mucho menos podía formarse un criterio propio acerca de las cosas.

Daniel estudiaba en una escuelita pública llamada El Edén. Era hijo único y vivía al cuidado de su abuela, una señora que no sabía leer. Su madre trabajaba en casas de familia como doméstica, no tenía mayores estudios que los del bachillerato y una carrera técnica, que hizo a duras penas porque sus papás no tenían dinero y, sin embargo, nunca ejerció. Su padre los había abandonado para irse con otra mujer y se olvidó de que existían.

-Espero que un día no te arrepientas -le dijo la mamá de Daniel antes de que se marchara.

La abuela Samanta dejaba actuar al nieto a su libre albedrío porque no tenía las herramientas de cómo guiarlo. Él jugaba vídeo juegos todo el tiempo, no hacía caso y era desobediente, reacio a todo lo que tuviera que ver con el estudio. Georgina, su madre, le pagaba a personas particulares para que lo ayudaran con las tareas del colegio, cuando ella no podía, pues era quien se las hacía. Así lo acostumbró.

Pero Daniel tenía una labia del demonio que engatusaba a los profesores. Su carisma lo llevó incluso a ser representante de su grupo en varias ocasiones, y el último año de bachillerato fue personero estudiantil.

Por ser de bajos recursos, presentó el examen de ingreso en la Universidad de Cartagena, pero no pasó. Así que solicitó un crédito a una entidad bancaria y, tras sortear miles de obstáculos, ingresó a una universidad privada a estudiar ciencias políticas. No hace falta decir que todos los trabajos de las asignaturas los mandó hacer, que los cursos los aprobó sin haber aprendido nada. Como ya se ha dicho, lo único que lo salvaba era la lengua. Fue así como se dio a conocer por redes sociales, hablando de la situación política del país y criticando a los congresistas de la república. Rápidamente adquirió visibilidad y no tardó en ganarse el odio de unos y el apoyo de otros. Estos eran los de las bancadas de derecha. Daniel arremetía contra las políticas sociales de la izquierda. Y había gente que no entendía por qué, viniendo él de una familia pobre, hacía proselitismo con las ideas neoliberales de la derecha, el bando que sólo favorecía a los ricos. No tardó Daniel en relacionarse con ellos, asumiendo un rol más de lacayo que de igual. No obstante, consiguió una curul de congresista en el gobierno. Entonces, antes de trasladarse a Bogotá, apareció su padre, apareció llorando para que lo perdonara.

En la casa de Nariño daba discursos vehementes y, pasado un tiempo, en vista de que la derecha que él defendía se había quedado sin candidatos para dirigir el país, lo postuló a él y ganó las presidenciales. A los dos años de mandato lo metieron preso. Había firmado contratos ilegales y favorecido a personajes oscuros e invisibles del narcotráfico enquistado en la derecha. Algunos lo conminaron diciéndole que, si no se quedaba callado, le iba a suceder lo peor.


Quería escribir un cuento medianamente decente para enviarlo a un concurso pero me salió esta porquería.

martes, 11 de junio de 2024

Un Bot

10 de junio

Hoy envié a una revista literaria virtual chilena tres poemas. Poemillas. Nada importante. Puro mostroseo. Estos fueron los datos de autor que puse:

Aleikar (Cartagena de Indias, Bolívar, Colombia, 1991). Estudió Lengua castellana en la UDC. Vive en Cartagena de Indias. Es aspirante a escritor. Inédito. Tiene un blog de quinta donde publica sus pajas mentales, llamado Diario de la vulgaridad. Le gusta el realismo sucio y bizarro, pero también la alta literatura.

Qué pensarán los de la revista al ver estos datos apócrifos. Que ¿qué falta de respeto, de seriedad? O, ¿acaso le faltan dos dedos de frente a este pelmazo? En la actualidad, la era tecnológica, hay revistas virtuales que admiten este tipo de mames con la condición de que el texto sea bueno. Pero no sé qué tan seria sea esa revista, como tampoco sé qué tan aceptables estén mis escritos. Muy probablemente no los publicarán. El primer poemita está desprovisto de figuras literarias, es directo, sin rodeos de ninguna especie; el segundo trata de jugar un poco, como los ilusionistas, con la idea de que el que comienza hablando de lo que hablo en ese poema no tiene nada que decir; el tercero es demasiado inocente y blanco, sin colores, plano. Aunque he leído muchos así en revistas literarias virtuales independientes, por estas razones tal vez no los publiquen. Ya me estoy arrepintiendo de haberlos enviado. En la era de la inteligencia artificial, las revistas son reacias a publicar autores que nadie conoce y que se presentan bajo seudónimo. No venga a ser un Bot. Uajajajaja... 

lunes, 3 de junio de 2024

Un método de escritura


Había escrito mis textos a lápiz teniendo en mi cabeza una idea más o menos preconcebida y no muy clara. Sólo dos relatos (según yo los más logrados) son los que podrían someterse al juicio del editor de una revista. He averiguado qué concursos hay en Colombia y no he encontrado gran cosa. Está el concurso de cuento de la ciudad de Pupiales que entrega como siete millones de pesos al ganador (ya he leído algunos de los cuentos ganadores y no vi talento), y el Premio Nacional de cuento La Cueva, que me ha sorprendido, ya que entrega veinte millones de pesos al ganador, ¡nada menos! Leí el cuento ganador de su última edición y tampoco me convenció, no tenía giros sorpresivos ni momentos de iluminación, parecía un torrente de palabras bien engarzadas que intentaban ser eficaces pero hacían avanzar muy lento la historia, una historia contada de forma poco atractiva, sin una verdadera emoción contenida. En fin...

Los escritores nunca dicen cómo hacen sus cuentos, quizá porque muchos de ellos ni siquiera saben a ciencia cierta cómo llegan a crearlos. Voy a explorar un nuevo método para escribirlos. No sé si sea válido para mí abordar así la hechura de un cuento. No sé si vaya a matar la sorpresa y la naturalidad. Igual no se pierde nada. Este proceso consta de tres etapas que son:

1) Planificación, trabajo previo
2) Ejecución
3) Revisión y pulido

Planificación

-Concretar la idea, el argumento y el género. Poner en claro lo que se va a contar y cómo. Dejar que se cocine en mi mente, darle tiempo de maduración.

-Hacer un esquema, fijar la estructura.

-Pensar en el conflicto de la historia; descubrir todas sus facetas; buscar la forma más conveniente de presentarlo.

-Informarse sobre los agujeros negros (puntos débiles y confusos) de la historia.

Ejecución

-Escritura. Descripción de personajes, acciones, atmósferas, ambientes. Poner en marcha el trabajo previo. Darle forma.

-Dejar reposar. Olvidarse del escrito y volver a él tiempo después.

Revisión

-Detectar todo lo que falla, las incongruencias. Eliminar lo que no tenga que ver con la historia. Agregar lo que falte.

-Reescritura. Reescribir las veces que sean necesarias.

-Corrección de erratas, faltas de ortografía, sintaxis. Coherencia y cohesión. 

Si este método no da resultado, probar con otro; así hasta que se logre el objetivo de escribir un buen texto.

sábado, 1 de junio de 2024

Lawrence Block


Hace tiempo conocí a Block leyendo el libro de relatos negros titulado American Noir (antologado por Otto Penzler y James Ellroy) con su cuento Como un hueso en la garganta. Ahora no recuerdo muy bien el argumento, pero era de un asesino en serie al que dictan sentencia y desde la cárcel envía y recibe cartas de admiradoras. De ese cuento saqué una frase que me tramó desde entonces y que escribí en un pedazo de cubierta de cuaderno. Lo tengo a la vista en mi escritorio:

"Una vez en marcha, resulta sorprendentemente fácil encontrar las palabras."

Voy a escribir esta frase en un afiche grande y lo pegaré en la pared, como recomienda Carver en un texto. Es una frase atractiva, sugestiva, y debe sembrarse en el subconsciente. De Block tengo en pdf las series de novelas de Bernie Rhodenbarr y Matt Scuder, y El sicario. Aún no las he leído. Más adelante lo haré con detenimiento. Block aparece en facebook. Yo le envié la invitación de amistad y me la aceptó. No sé si sea él quien maneje sus redes. Pero suele publicar, entre otras cosas de su trabajo como escritor, imágenes de conejos, ¡rabbits, rabbits!, probablemente por su simbología.


Conclusiones

No esforzarme en llevar una vida normal, común y corriente, como la de todos los demás. No me arrepiento de la mayor parte de cosas que he h...