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domingo, 28 de abril de 2024

Fragmento de una novela menor de un autor menor de la ciudad






Hace un par de semanas, en una de mis visitas a la biblioteca Luis Ángel Arango en el centro de la ciudad, volví a encontrar este libro; su autor es poco conocido. Yo sabía de él porque un compañero de la U hizo su proyecto de grado basado en esa novela. Recuerdo la primera vez que leí este fragmento y la exacerbada excitación que me produjo. Cosa que no pasó al leer otros apartados de la obra que no tienen nada que ver con esta ensoñación, traída del pasado. Siempre que leo este fragmento narrado en presente, con pequeños flash backs, vuelvo a ser ese niño voyeurista que somos la mayoría. Una de las tantas aventuras eróticas juguetonas que todos los hombres, o casi todos, hemos vivido de alguna u otra manera.

Ese día leí poemas y relatos exquisitos de Álvaro Mutis y también los firmados bajo el alter-ego de Alvar de Mattos que hablan de Francia y Napoleón y Drieu La Rochelle. Leí Facsímil, una novelita experimental de Alejandro Zambra que se puede ubicar dentro del oulipo, la cual me gustó. Leí un cuento corto de Monterroso que hablaba de Kafka, llamado La cena, creo. Leí textos de Santiago Gamboa y otras cosas que ya no recuerdo.

domingo, 21 de abril de 2024

Triunfo de Colombia ante Brasil en el campeonato sudamericano femenino sub20



Hoy, en el marco del campeonato sudamericano femenino sub20, la selección Colombia derrotó 2x1 a las actuales campeonas, la selección de Brasil, en un partido bastante físico e impetuoso por parte de las brasileras, y más tranquilo y táctico por parte de las colombianas.

Las colombianas aguantaron. En el primer tiempo Brasil tuvo un dominio de balón del 62 por ciento y Colombia del 38 por ciento. En esa primera parte no hubo apariciones claras de gol de ninguna de las dos selecciones. Colombia se veía más errática, regalaba mucho el balón y parecía sometida al juego violento y atemorizante de Brasil. Físicamente, le sacaban ventaja a Colombia; las brasileñas son más acuerpadas y eran agresivas. La árbitro ecuatoriana no se molestaba en sacar tarjetas; parecía deleitarse con el juego atropellado, dando así licencia al juego sucio. A pesar de que las brasileñas dominaron el partido en el primer tiempo, no crearon situaciones de gol.

En el segundo tiempo la cosa no cambió mucho. Pero cuando Colombia vio que no obtendría justicia por parte de la árbitro, comenzó a pararse firme, sin dejar de insistir en su juego táctico. Fue así como llegó su primera oportunidad de gol: tras un pase filtrado por la delantera Maite López a su compañera de equipo, esta no capitalizó al quedar sola frente a la portera brasileña, quien salió segura al achique. No fue hasta el minuto 69 que Colombia venció el arco de Brasil. Una pelota detenida que Mary Álvarez puso en el centro del área, donde una recién entrada Juana Ortegón saltó para enviarla de un cabezazo al interior de la portería rival. No sólo era el primer gol del partido, era también el primero de aquella joven de diecisiete años y el primero que el seleccionado colombiano le hacía a Brasil en este tipo de justas.

Por supuesto que las brasileñas no se quedaron quietas. Empezaron a desesperarse y su juego se volvió más violento. Si eran víctimas de su propia medicina de choque se quejaban a la árbitro ecuatoriana para ver si tal vez sacaba una tarjeta, pero era en vano. En eso hay que reconocer que fue justa.

El segundo gol de Colombia llegó en el minuto 73. La portera de Brasil sacó en corto y la defensa quiso salir jugando, pero al estar presionada despejó mal el balón y se lo entregó a una mediocampista colombiana, quien de inmediato le puso el pase a la número diez, Gabriela Rodríguez, y ella, controlando el balón en el área, impactó con el borde interno de la pierna derecha y lo mandó a un ángulo imposible para la arquera.

Ahora iba dos a cero. El dos a cero es el marcador más engañoso que hay. Crees que vas ganando y en un abrir y cerrar de ojos va dos a uno y en cualquier momento te pueden meter el dos a dos y hasta te ganan, si no tomas las riendas del juego. En el minuto 84, pelota en movimiento, Brasil tiró un centro al área chica de Colombia, la defensa vio pasar el balón como pedro por su casa y Pamela, la delantera de Brasil, lo empujó al fondo de la red. Descuido.

Afortunadamente para la selección Colombia no se empató el partido. Como hubo tanto choque, tantas faltas, dieron ocho minutos de reposición. Y ni aun así Brasil logró impedir la victoria de las cafeteras. Al final Brasil terminó pidiendo tiempo; como malas perdedoras, fueron a quejarse a la árbitro porque había terminado el partido faltando segundos. Pero no hubo nada que hacer. Colombia ganó y avanzó a la siguiente fase como líder del grupo B.

lunes, 15 de abril de 2024

Larga vida a Carver


Leí un artículo que menciona algunas opiniones de Harold Bloom sobre el cuento extraídas de su libro El canon de la literatura occidental, en donde hace una lista subjetiva de los escritores más sobresalientes de occidente. En lo tocante a Raymond Carver estoy de acuerdo; no sé si está sobrevalorado, lo que sí sé es que siento que le falta algo. Hemingway lo llama mística. A pesar de su correcto conocimiento de la técnica su estilo escueto, parco, deslucido y sin matices, no me emociona tanto ni me cautiva. Sólo unos pocos cuentos suyos me han gustado: Desde donde llamoNadie decía nadaFiebre, Tres rosas amarillas, La vida de mi padre.

El artículo dice que Bloom se arrepintió de hacer esa lista y que fue por razones comerciales que dejó por fuera a otros escritores muy buenos. De los latinoamericanos dejó por fuera nada más y nada menos que a Rulfo, un imprescindible. De los norteamericanos no leí nada sobre Truman Capote, autor que en este momento me interesa y del cual estoy leyendo atentamente sus cuentos. 

A mí no me importa la crítica, pero veo que Bloom comparte el mismo pensamiento hacia aquel autor. No obstante, larga vida a Carver.

viernes, 12 de abril de 2024

Maestros


Si me toca escribir como Hemingway, lo haré. Su estilo es el más fácil de imitar. Tengo que practicar; sólo la práctica me puede llevar a un camino propio, no importa si es imitando a los demás. Lo importante es dominar el arte.

Estoy en mi cuarto. Junto a mi cama y sobre una mesa hay libros de López, Silva, Mutis, Queiroz, Quevedo, Conrad, Villon, Nooteboom, Céline, Roth (el de Pastoral americana), Greene, Austen, Rulfo, Hemingway, Dostoievski. No he terminado de leer El Buscón, ni Hotel nómada, ni el Factor humano, ni La abadía de Northanger, ni los cuentos de El llano en llamas, ni los de El mandarín, ni Islas a la deriva, ni Viaje al fin de la noche, ni El idiota. Siempre me salen al paso otras lecturas. Sin embargo, voy leyendo esos libros poco a poco, paladeándolos, releyéndolos, absorbiendo bien su savia. Pero sé que hay muchísimos otros mundos por explorar. 

jueves, 14 de marzo de 2024



Ángela se levantó temprano, como todos los días. Hizo la comida de su hermano, limpió el apartamento, lavó la ropa y se bañó. A continuación, fue a la carnicería y compró carne de res, de pollo y de cerdo. Regresó al apartamento y se puso a preparar la carne. Mientras lo hacía, el hombre de su vida salió del cuarto descalzo, sin camisa, con una pantaloneta deportiva original de las que utilizan los beisbolistas grandes ligas para practicar, y que Ángela llamaba enagua, porque era grande y holgada como una falda. Él se plantó a su lado. Tenía la cara embotada, los ojos legañosos y el pelo desordenado. Sus largos brazos velludos rodearon el menudo cuerpo de ella y le dio un beso sin abrir la boca para que no le saliera el mal olor de los recién levantados. Ángela sintió la presión de su peludo y ancho pecho y su peluda y abultada barriga de cervecero. Si no fuese porque lo amaba, habría pensado que un oso la atrapaba en sus zarpas, como a un conejillo de indias temeroso y frágil. La forma de querer de él era salvaje a veces.

-¿Dónde la compraste, en la Olímpica? -le preguntó mirando la carne.

-No -respondió Ángela-. La compré en la carnicería que te dije de Villas de La Candelaria.

-¿Compraste limón? 

-Unos cuántos. ¿Vas a desayunar?

-No tengo hambre -dijo él, sentándose en una silla recostada a una pared divisoria en mitad de la sala, cerca del mesón de la cocina-. Dame mejor un zumo de limón.

Ángela exprimió cuatro limones en un vaso, lo rellenó con agua fría y se lo dio.

-Era nada más el zumo -dijo él.

-Está puro -dijo Ángela.

-Échale azúcar entonces. Haz una limonada.

Ángela endulzó el agua con limón y le preguntó si la quería con hielo.

-Déjala así -dijo él.

Ángela terminó de preparar la carne y la metió en el congelador de la nevera. Le sirvió el desayuno a él. Lo dejó comiendo en el comedor y fue al cuarto que faltaba por hacer; no lo había hecho porque su pareja se encontraba allí durmiendo. Aprovechó ahora que el cuarto estaba solo y se metió. Pero cuando lo limpiaba, él entró y se acostó en la cama con un libro que agarró de un montón que había al lado, sobre una mesita redonda de pasta.

-¿A ti qué, no te gusta ver esto limpio y ordenado? -le reprochó Ángela.

-Pero si no interfiero en la limpieza -dijo él.

Ángela lo miró con un gesto de disgusto en el que se podía leer: ¿Cómo voy a limpiar y ordenar el cuarto si tú estás en la cama? La cama estaba desordenada, no podía arreglarla con él allí. Barrió y pasó el trapero apenas. Al cabo de un rato, él salió por fin del cuarto y ella pudo arreglar la cama. Él a veces la componía, pero solamente recogía la manta de taparse y medio alisaba la sábana que cubría el colchón. Ángela, en cambio, no recogía la manta sino que la replegaba por toda la cama y doblaba el borde bajo las almohadas de la cabecera, con estética.

(...)

lunes, 11 de marzo de 2024

Carta de despedida


Nunca he pensado escribir 
una carta de despedida. 
Pese a todos los intentos infructuosos 
por alcanzar de nuevo la iluminación, 
nunca me he rendido. 
Si me rindiera, no estuviera aquí, 
escribiendo esto 
en este momento.
 
A veces divago en torno a la idea 
de terminar con mi vida. 
Una idea romántica y estúpida. 
Imagino las oraciones de la carta 
explicando mi decepción. 

Siento que ya no puedo más. 
                         Lo he intentado todo por vivir 
                                                  la vida que quiero 
                                       y sigo igual. 
                  Estoy harto. 
          Ni siquiera puedo hacer una reseña literaria decente. 
   ¿Qué fue lo que aprendí en la Universidad? 
El pasado ahora lo encuentro brumoso y sin sentido. 
                     Tantos sacrificios, 
                                                  tantas dificultades y carencias 
              ¿para qué?  ¿Para ser 
 un mediocre que no ha podido terminar 
                                                 una simple tesis de grado? 
                Antes la muerte. 

Cada día que pasa 
las posibilidades se agotan 
y me vuelvo más mayor. 
García Márquez dijo una vez 
que loro viejo no da la pata; 
él se refería al aprendizaje de la técnica. 
Me reprocho que mis aspiraciones literarias 
no sean tan fuertes 
porque no tengo juicio; 
                                      una vez que empiezo, 
                                                                         todo se derrumba. 

¿Quizás la falta de constancia se deba 
al hecho de haber perdido la fe en mí?
¿He perdido la fe en mí? 
Tengo las herramientas, 
pero ante eso no hay ayuda que valga. 
La tristeza y la apatía me han cavado un pozo 
profundo en el ánimo, mis sueños continúan 
en la órbita de la procrastinación. 
A sabiendas de que no pasa nada, 
tampoco hago nada; ni siquiera terminar
con esta miserable vida de una buena vez. 

¿Cómo leerían 
mis padres 
una carta así, 
tan patética?

domingo, 3 de marzo de 2024

Apuntes de lectura: El vino de la juventud, de John Fante


Los escritores son como el supremo demiurgo. Crean una obra literaria a su imagen y semejanza. Consciente o no, toman episodios de su propia vida y los transforman con la magia de la ficción. Hay casos en que la vida de los personajes ficticios se funde con la del autor, suscitando asombro y confusión en los lectores. Aunque esto no es más que una treta, lo creado por él es, en el fondo, una autobiografía de sí mismo. La obra de John Fante está íntimamente ligada a su experiencia vital. Quienes conocen su vida saben que nació en E.U, en una familia pobre, su padre era un inmigrante italiano y su madre, aunque nacida también en E.U., era de sangre italiana; que se educó en escuelas católicas y fue quizás un chico problema. En su libro de cuentos "El vino de la juventud", un joven americano de ascendencia italiana narra en primera persona su vida familiar, su infancia en Boulder, Colorado, su educación católica, así como los sueños y fracasos en su tránsito de la adolescencia a la adultez, llevando consigo un verdadero tesoro bajo el brazo: su talento para la literatura.

Conclusiones

No esforzarme en llevar una vida normal, común y corriente, como la de todos los demás. No me arrepiento de la mayor parte de cosas que he h...